sábado, 6 de febrero de 2010

Absolutamente nada era relativo.


Aquello se volvía una necesidad,algo que no podía dejar atrás,
no era imposible,pero lo había convertido en algo tan parte de mi, difícil de desterrar de la mente.
Ver la sangre recorrer mi piel era terapéutico para mi alma que agonizaba de dolor, quizás era algo macabro pero igual ayudaba, el dolor físico se hacia mísero en comparación con aquello que me estaba llagando por dentro.
Habían pasado varios días, no los suficientes para que se pudiera decir que lo había superado, el consecuente síndrome de abstinencia profetizaba una pronta recaída; el encuentro con el filo hiriente acompañado de aquel color carmín parecía inevitable.
Miradas acusadoras hacían alejarme y guardar con recelo la razón de las heridas ,míseras en comparación con la laceración del corazón, convertí mis actos reparadores en algo intimo, oculto y exclusivo , solo para mi y mis instrumentos de tortura

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